¡Ay! de los sentires
del labrador que siembra
y más que menos veces
poco de ella cobra.
Si no es el intermediario
que que escaso paga caro vende,
es la tormenta del anuario
quien merma lo que crece.
¡Ay! del llanto alegre
del crecer de la simiente
y el suspirar porque no se malogre
cuando menos una parte.
¡Cuan! gratificante ver
la inerte semilla carecer
valga o no la cosecha
que por vocación la semilla echa.
miércoles, 4 de marzo de 2009
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