Había un tren que circulaba por tierra, mar y aire. Era el tren de la vida, en el que nos subimos, apenas es depositado el semen en los ovarios y fecunda. Desde ese momento hemos de luchar por vivir, en el útero materno, y al ser paridos/as. Luchamos por respirar, gemir, llorar, reir, por estar vivos/as y subirnos al tren de la vida.
Sin apearnos del tren de la vida aunque nos mareemos o estemos mal. Siempre viajaremos en él. Por muy mal que nos encontremos. Siempre viajaremos en él. Por muy mal que nos encontremos. Siempre tendremos una razón de seguir en el tren de la vida y no apearnos de él.
Aceptemos la ayuda de los/as demás viajeros/as. No los rechacemos por orgullo. Es necesario aferrarse al tren de la vida y viajar por plácidos mares, frondosas praderas y cielos calmados. Y por mares turbulentos, praderas acianagas y cielos en tempestad.
No nos dejemos abatir por las contrariedades del viaje, y sigamos siempre, con optimismo y tenacidad.
No te apees del tren de la vida.
viernes, 19 de diciembre de 2008
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