
Agotado, sintiendo
el cuerpo pesado,
la mente vacía.
Centrando
la mirada en su
máquina de escribir,
en un instante
de exaltación,
exclama el poeta.
¡Te quiero! más
que a nada
en el mundo.
Una mujer
se puede olvidar,
a ti, te necesito.
Eres la prolongación
de mis brazos,
teclas que imprimen
mis sentimientos.
Desconsolado,
ante una cuartilla
vacía y los dactilares
en el teclado,
el poema no brota
y él agoniza.