Ai veces que
mi corazón encoge
irremisiblemente, sin
apenas latir, quedando
ahíto de dolor e incomprensión
ante las desgracias
humanas, grandes
afectando a muchas,
o más leves amargando
a una o varias personas
allegadas a mí.
Más impresiona
o a cualquiera.
No sucumbo como
sol que quisiera y
no puede calentarnos
en la noche.
Deliro, como tanta
gente, en poder aliviar
los temores, catástrofes
y demás dilemas y
prejuicios humanos.
Por ahora solo puedo
gritarlas a los vientos
de la cordura. Hagan
cuanto puedan por evitarlas.
viernes, 30 de enero de 2009
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